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miércoles, 14 de enero de 2015

Hacer muchos deberes en casa no garantiza las buenas notas

Hay padres que con solo oír la palabra deberes se ponen en guardia. Las tareas que sus hijos traen a casa representan para ellos un quebradero de cabeza, bien sea porque deben dedicar un tiempo que muchas veces no tienen a echarles una mano, bien porque les toca hacer de policías para que el chaval cumpla y no se distraiga en otros menesteres. Hay también otra variable más complicada y más difícil de admitir que se produce cuando los progenitores no pueden ayudar a su hijo porque los trabajos escolares desbordan sus saberes.

Sea por una u otra razón, el de los deberes es uno de los debates recurrentes en el ámbito de la educación. Los encargados del informe Pisa, el que evalúa los conocimientos de escolares de diferentes países desarrollados, lo han vuelto a poner de actualidad al sacar a la luz un apéndice que describe el tiempo medio que un alumno de 15 años dedica a realizar las tareas que le encargan sus profesores. Es un dosier de apenas ocho páginas que recoge datos que fueron recopilados en 2012 y que hace hincapié en el riesgo de que los deberes acentúen las diferencias entre los alumnos.

El estudio concluye que emplear más de cuatro horas a la semana en hacer las tareas escolares es ineficaz y apenas tiene efectos positivos en los resultados finales. 

A los responsables de Pisa, sin embargo, les preocupa menos el tiempo que se dedica a los deberes que las diferencias que pueden generar entre los propios alumnos. "Titulan el estudio con la palabra ‘desigualdad’, así que eso ya da una idea de por dónde van sus inquietudes», observa Ángel Sobrino, vicedecano de la Facultad de Educación de la Universidad de Navarra (UN). «La tesis de fondo -añade el educador- es que los deberes hacen que los buenos alumnos se vuelvan aún mejores y los malos, aún peores".


El planteamiento de los teóricos de Pisa no representa ninguna novedad. A nadie se le escapa que los escolares procedentes de familias acomodadas tienen más facilidades a la hora de realizar su trabajo que los que arrastran dificultades económicas. "Los de entornos favorables -reflexiona Sobrino- suelen tener el apoyo de los padres, la posibilidad de recurrir a clases particulares y lugares de trabajo adecuados con acceso a internet. En cambio, los que no tienen esa fortuna y encima no van bien en clase carecen a menudo del respaldo paterno y muchos veces ni siquiera tienen un sitio de trabajo en su casa. Para estos últimos los deberes pueden resultar contraproducentes porque al no hacerlos o hacerlos mal, el profesor les estigmatiza y eso les deja más al margen".

El estudio de Pisa profundiza en esa dirección al subrayar que los alumnos de entornos socio-económicos favorables estudian en casa de media 1,6 horas más por semana que los de procedencia más humilde. Poniendo la lupa en un solo país, en Francia un alumno acomodado invierte 6,2 horas a la semana haciendo deberes mientras que el de familia modesta se conforma con cuatro horas. El informe alimenta un debate que viene de lejos y que está en el origen de algunas normas que prohíben incluso encargar tareas escolares a los niños. En Francia, por ejemplo, una ley de 1956 veta expresamente los deberes en los alumnos de Primaria con el argumento de que contribuyen a perpetuar las desigualdades sociales. Los socialistas españoles aplicaron una norma similar en la etapa de José María Maravall al frente de Educación aunque en ninguno de los dos países la prohibición ha llegado en la práctica a prosperar.

"Los deberes son convenientes en la medida en que representan un entrenamiento de la fuerza de voluntad", se posiciona el psicopedagogo Joan Vaello, que tiene una dilatada carrera en el mundo educativo y es autor de libros como ‘Las habilidades sociales en el aula’ o ‘Cómo dar clase a los que no quieren’. "En sociedades como la nuestra donde hay mucha permisividad y se puede conseguir casi todo con poco esfuerzo, me parece bien que desde pequeños los alumnos se vayan acostumbrando a trabajar". La reivindicación del esfuerzo que postula Vaello va más allá de lo estrictamente académico: "Hay que conseguir que adopten unos hábitos de autodisciplina, que se hagan la cama o dejen ordenados los zapatos, que ellos mismos asuman tareas sin tener que estar supervisándoles permanentemente para que hagan algo. Lo realmente importante es aprender a organizar el tiempo libre intercalando las actividades placenteras y las que requieren esfuerzo. Hay tiempo para todo si uno sabe organizarse, pero para eso se necesita una autodisciplina que hay que ejercitar desde pequeño. El papel de los deberes es precisamente ese, entrenar el hábito de un trabajo que hay que realizar de forma autónoma y sin supervisión".

El vicedecano de la Facultad de Educación de la UN reconoce que un asunto tan complejo no tiene respuestas cerradas: "Es evidente que hay una relación directa entre tiempo de estudio y rendimiento académico, esa es una ley universal que nadie cuestiona, pero las reflexiones que hacen los expertos de Pisa sobre la desigualdad no pueden caer en saco roto. Lo ideal sería que a cada alumno se le asignasen tareas en función de sus necesidades, pero eso es algo que en nuestro sistema educativo no tiene cabida porque los profesores suelen estar desbordados".

Como en educación está ya todo inventado y los ciclos hacen que las modas vayan y vengan, ahora empieza a ser común que algunos maestros recuperen una vieja idea que consiste en recomendar a los alumnos la preparación del temario de la clase antes de impartirla. "Internet -expone Sobrino- ofrece la posibilidad de repasar la materia que se va a tratar en el aula por medio de vídeos y otros materiales, así que los chavales tienen que preparar de antemano la clase en casa". Es lo que en inglés se ha denominado ‘flipped class-room’, que vendría a ser algo así como el aula invertida, un modelo muy atractivo sobre el papel pero difícil de aplicar en el día a día académico. En escolares que tienen que desenvolverse en entornos complicados eso es ciencia ficción porque no hay motivación, ni interés y muy probablemente ni tan siquiera la posibilidad de tener acceso a internet".

El informe de los especialistas de Pisa deja por tanto el asunto de los deberes allá donde estaba, es decir, en el resbaladizo terreno de las cosas que deberían gobernarse por el sentido común. Si la experiencia nos enseña que sobrecargar a los chavales de tareas mecánicas y repetitivas resulta poco provechoso para su evolución, también nos dice que forjar hábitos de esfuerzo y disciplina es del todo imprescindible. En definitiva, deberes, los justos

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